Cármen de Sevilla


Hermandad del carmen doloroso
Para coser los botones de una túnica del Carmen en el silencio de una casa antigua de la cella Feria cuando, ya en la madrugada todos se han dormido y la túnica espera el último esmero de las manos arrugadas; para perderse la entrada de su cofradía de San Bernardo porque hay que irse a casa y preparar el vaso de leche para los nietos que salen de la parroquia nada más que entran sus tramos, llegan cansados y ella quiere que cuando suban al piso no les falte de nada. Por no faltarles, hasta ha sacado del altillo el barreño azul antiguo que con agua caliente y sal, humea en el cuarto de baño como el paraíso para los pies cansados. Para ahorrar desde febrero, porque la paga no da para más y con ese dinero preparar las comidas que aprendió a hacer cuando joven, alimento de sabores antiguos que lleva humeando más de una semana por las calles del barrio de San Vicente que ella quiere regalar a los antiguos vecinos que regresan al barrio para ver salir a su cofradía.
El sol entra por los ventanales de su recién encalada casa antigua que ahora es el palacio real de los sabores; de la matalahúva, la canela, el ajonjolí, de los guisos, del océano rojo por el que navega el bacalao, del bosque verde oscuro de la olla de espinacas. El sol también tiene hambre y por eso se viene a su casa.


























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