Vía Crucis de las Hermandades de Sevilla 2015

Pulse a más información para ver la Galería completa
La Hermandad de la cena fué la elegida para organizar el Via-Crucis de las Hermandades de Sevilla 2015 por el consejo de Hermandades en el primer lunes de Cuaresma


Nunca antesDESDE que en 1974 fuese reincorporada en un tercer PASO a la cofradía, la devota y antiquísima efigie del Cristo de la Humildad y Paciencia había gozado de un cortejo de luz tan nutrido ante sus andas. Bien saben de ello las contadísimas parejas de los tres tramos de cirios que aquel Domingo de Ramos acompañaron al Señor en su primera salida procesional desde los Terceros despúes de 36 años sin procesionar por las calles de Sevilla. Ayer, cuatro décadas después de aquel rescate procesional, una legión de hermanos con cera roja sacramental, en NÚMERO aproximado de 240, acompañó al Cristo sedente de los Terceros en su traslado a la Catedral en una jornada marcada en rojo para los cerca de 2.300 hermanos de La Cena desde que el pasado mes de noviembre recibieran la buena nueva de la designación de su titular para presidir la cuadragésima edición del Viacrucis de las Cofradías.
No fue un Viacrucis de grandes masas –todo hay que decirlo–, pero sí un acto piadoso marcado de principio a fin por la impronta espiritual, la cuidada estética, el acertado acompañamiebto musical y la discreción y el decoro que esta antigua cofradía del Domingo de Ramos sabe IMPRIMIR a sus actos de culto externo.
Bajo un cielo espeso y gris, poco antes de las seis y media de la tarde, la conmovedora imagen del Cristo orante traspasaba el dintel de los Terceros mostrando desde un alto monte de lirios su dulce y paciente mansedumbre a las decenas de personas que a esa hora se congregaban en este abigarrado tramo de la calle Sol donde las terrazas y balcones se embellecían con colgaduras por inicitiva de los vecinos.
Antes, en el interior de la iglesia de Nuestra Señora de Consolación (vulgo de los Terceros), los hermanos de La Cena celebraban a puerta cerrada una misa solemne presidida por el director espiritual de la hermandad, Juan José Gutiérrez Galeote, quien invitó a sus hermanos a dar un «testimonio de fe pública y verdadera» por calles de Sevilla y recordó que las intenciones del acto penitencial se aplicaban, por indicación del arzobispo de Sevilla, «por los cristianos perseguidos en Irak que hoy día están viviendo su particular martirio». El primer relevo de las andas, aún en el interior del templo, estuvo protagonizado por ex hermanos mayores de la corporación (Fernando Vega, Jesús Creagh, Pablo Gálvez, Tomás Vega, Eduardo García…) y antiguos integrantes de la primera cuadrilla de costaleros hermanos del «paso del Humildad», el primero de los tres que dispuso de una cuadrilla no asalariada. Son los llamados pioneros del 74. También arrimó el hombro en este primera chicotá el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, que asistió a la eucaristía previa acompañado del delegado de Fiestas Mayores, Gregorio Serrano.
Aunque gris y, por momentos, con cielos amenazantes, la tarde del primer lunes de Cuaresma se convirtió para centenares de sevillanos en una oportunidad única para recrearse en los detalles y PERFILES de un Cristo de honda devoción cuya torturada fisonomía conmueve COMO pocas a compadecerse de los tormentos físicos que sufrió el Redentor en su camino HACIA el Calvario. Pocas imágenes como ésta, cuya antigüedad se remonta a las postrimerías del siglo XVI o quizás a los ablores del XVII, son capaces de zamarrear las conciencias e invitar al recogimiento y a la introspección.
Con una NUMEROSA presencia fememina entre sus filas, el cortejo de acompañamiento –cordón rojo y mella de la hermandad al cuello– resultó modélico en su comportamiento desde la Cruz de Guía al preste que cerraba la comitiva. El director espiritual de la hermandad vistió sotana, fajín negro y manteo PARA ocupar su lugar en la presidencia de la procesión, escoltando al hermano mayor, Joaquín Solís, junto a otra sotana, la del antiguo sacerdote de la hermandad, Juan Calvo.
Calle Gerona abajo una saeta sorprende al cortejo a la altura de la residencia de ancianos Juan Grande, donde incluso se había montado un pequeño altar con una cruz y unas flores para recibir al Cristo sedente de la collación. Es la voz de Manuel Barrera, aguaó de la Virgen de los Reyes, que entona el Padrenuestro por tonás.
La primera visita del Señor de la Humildad y Paciencia al convento de Santa Ángela de la Cruz constituyó una de las estampas más esperadas del itinerario escogido por la hermandad para su traslado a la Catedral. CUANDO las andas, portadas por hermanos de la Amargura, se enfrentaron al portón de la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz, una melodía celestial en forma de soneto cantado envolvió la tarde: «No me mueve, mi Dios, para quererte/ el cielo que me tienes prometido/ ni me mueve el infierno tan temido/ para dejar por eso de ofenderte (…)». El lunes apuraba sus últimos haces de luz cuando la comitiva desembocaba por la plaza del Cristo de Burgos, Sales y Ferré y San Juan a una plaza de la Alfalfa plagada de veladores. Especialmente recogido, bello e intimista resultó el recorrido de las andas –iluminadas por cuatro candelabros de guadrabriosas de tres puntos de luz– por las angosturas de Alcaicería y por la estrechez de Francos, enclaves donde las voces blancas de la Escolanía Salesiana de María Auxiliadora y los lamentos fúnebres de la capilla musical que antecedían a las andas reverberaban con fuerza. Puntualmente, las andas del Cristo de la Humildad y Paciencia eran engullidas por la semipenumbra de la Catedral con el fondo musical de las campanas de la Giralda. Después del rezo de las catorce estaciones, el Cristo de la Cena EMPRENDÍA la vuelta a casa por un recorrido casi de diseño por el barrio de Santa Cruz y la collación de San Nicolás, escenario donde tuvo su germen la Hermandad de la Sagrada cena de Nuestro Redentor Jesucristo, fusionada en 1591 con la de la Humildad y Paciencia.
Texto el correowed.es





































Daniel Valencia

Comentarios